En esta misma época retomó su carrera dramática escribiendo Adélaïde du Guesclin (1734), primera pieza del clasicismo que se alejaba de los temas grecolatinos para abordar la historia de Francia; La muerte de César (1735), Alzira o los americanos (1736), que inspiró la ópera homónima de Verdi, y El fanatismo o Mahoma (1741). También El hijo pródigo (1736) y Nanine o el prejuicio vencido (1749), que tuvieron menos éxito que los anteriores, a pesar de que Voltaire se procuraba muy hábilmente una claque para asegurarse el éxito; y es que los enemigos de Voltaire preferían aplaudir y auspiciar los dramas de su gran rival en los teatros, Crébillon hijo, alguien de orígenes muy parecidos a los suyos, pero nada crítico ni satírico.
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